Las nubes estratosféricas polares tipo 1 se formanen la estratosfera a -78°C, están compuestas principalmente por agua y ácido nítrico, y su formación es una de las condiciones previas para la destrucción de la capa de ozono, pues en su superficie sustancias químicas emitidas por el hombre, entre las que se destacan los cloroflurocarbonos, los halones y los hidroclorofluorocarbono, inician una serie de reacciones químicas que llevan a la destrucción del ozono. Las cosas empeoran cuando la temperatura baja a -85°C, pues se forman las nubes estratosféricas polares tipo 2 y la pérdida de ozono es mucho más severa que cuando se forman las de tipo 1, ya que a estas bajas temperaturas se forman cristales de algunas sustancias que sirven para descomponer de los compuestos clorados que agotan el ozono, estos cristales crecen tanto que por su peso precipitan y llevan a que haya una mayor disponibilidad de compuestos clorados y por ende una mayor destrucción del ozono.
En julio pasado, las temperaturas que se estaban registrando en la estratosfera generaban mucha preocupación, eran mucho más bajas que los promedios históricos y estaban llegando a niveles record, esto hacía temer que el agujero en la capa de ozono sería enorme. Afortunadamente, la tendencia cambió en agosto las temperaturas no siguieron cayendo y al llegar septiembre empezaron a subir lenta pero paulatinamente.Esto llevó a que el agujero no fuera tan severo como se pensaba, se redujo cerca de 30% respecto al presentado en el año 2006, el área donde la concentración de ozono estuvo por debajo de las 220 UD (Unidades Dobson), que es el nivel por debajo del cual se dice que se presenta el agujero, fue de 24.7 millones de kilómetros cuadrados, lo que equivale a un área un poco más grande que Norteamérica, menor a los 29.4 millones que tuvo el agujero en el 2006, ¡que de paso era el record!. También fue el tercero más débil desde 1998, solamente los agujeros del 2002 y 2004 fueron menores, pues "sólo" se perdieron 27.7 millones de toneladas de ozono, en el 2006 se perdieron 40.4 millones de toneladas siendo el más profundo de la historia.
Sin embargo, esta noticia no es para dormirse en los laureles, esta reducción no marca una tendencia a que el tamaño disminuya los próximos años sino que fue debido a un invierno menos frío sobre la antártica y a que el vórtice polar no estuvo tan centrado sobre el polo sur y permitió que las masas de aires se mezclaran evitando una perdida mayor de ozono, de aquí la importancia de seguir trabajando para eliminar el uso de todas las sustancias que agotan la capa de ozono.
Esperamos que los nuevos retos que se ha impuesto el Protocolo de Montreal al buscar la eliminación más temprana de los HCFC, además de la finalización de los proyectos actuales, lleve a que los agujeros futuros en la capa de ozono sean cada vez menores, no por las oscilaciones del clima como ocurrió este año, sino porque la concentración de las sustancias que la destruyen haya disminuido. Es un largo camino para lograr la recuperación total de la capa de ozono, afortunadamente la humanidad ya inició ese viaje.
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